viernes, 28 de mayo de 2010

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LA TRANSFERENCIA, UNA LOCA PASIÓN” A CARGO DE ANA HOUNIE

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LA TRANSFERENCIA, UNA LOCA PASIÓN”[1]

Ana Hounie, mayo de 2010

Es una alegría compartir hoy con Uds. la presentación de este libro en nuestra Casa de Estudios.

Cuando un texto se presenta, en el mejor de los casos, nos conduce a través de una puerta que abre en el campo de nuestro decir, a un pasaje, y allí, genera un movimiento, una inminente conjugación de enlaces de significaciones posibles que nos esperan, nos sacuden y que en nuestra lectura, reinventamos. Más aún, en este transporte, en esta metáphora (pues tal es el sentido etimológico del término), produce lazos que bien encuentran su sentido en la propia noción de Transferencia. Hablar de Transferencia, no sólo remite a uno de los conceptos principales sobre los que se asienta la experiencia analítica y la producción de pensamiento a partir de ella, sino que refiere a aquello que encuentra en el pasaje de un decir a otro, efectos de conmoción subjetiva.

Esto me ha ocurrido a mí con la lectura de este libro, del cual puedo decir, que he salido diferente a como he entrado, pues él se encuentra lejos de cualquier repetición teórica a propósito del tema, para en verdad representar, recrear, un ámbito de novedad en el que cada uno de los autores imprime su huella. Esta marca del estilo, es, a mi entender, singular y colectiva a la vez. Quiero indicar con este último término, que tratándose de muchos autores que escriben sobre un tema, un lugar común, muy común de los textos producidos entre varios, es de la yuxtaposición de decires, sumatoria de ideas u opiniones. Sin embargo, aquí nos encontramos con un verdadero plus, un algo más, que entrama un discurso sobre la Transferencia, y que me hace decirlo de esta forma: la lectura del mismo, es propiamente un Banquete.

Aquí las referencias son múltiples, hay un saber, hay un sabor. No sólo cada uno de los autores muestra una finísima y exhaustiva investigación acerca de la temática, sino que muestran ante todo su subjetividad conmovida por las interrogantes que los guían y que llevan a lector al encuentro de las propias. Dicho de otra forma, ellos “ponen la boca en el mundo”, con todas las consecuencias que esta acción conlleva y el resultado de este convite, nos da que hablar, y de la mejor manera.

Esta metáfora, “poner la boca en el mundo”, me acudió precisamente al pensamiento a partir de la lectura. Es un recuerdo de una vieja canción brasilera: “Zé do Caroço”, cantada hace muchos años por Leçi Brandáo[2] y ahora por la joven y brillante Maryana Aydar, quien al encontrarse con la Brandáo, le dice, que ella desea, cantar su canción. En un espectáculo en vivo que ambas ofrecen, puede observarse claramente la función del reconocimiento de ambas posiciones subjetivas respecto de esa terceridad representada por la canción. Es un reconocimiento que no es de pegoteo, ni de repetición sino de diferencia. Evoca la disparidad subjetiva, en la que hay pasaje, muy conmovedor, de una historia que se narra y se recrea en ese acto. La historia refiere a un personaje, “Zé do Caroço”, que era precisamente un orador, un líder salido de las favelas brasileñas en tiempos de la dictadura brasileña. El trozo de letra que recordé es el siguiente:

E na hora que a televisão brasileira
Distrái toda gente com a sua novela
É que o Zé põe a boca no mundo
e Ele faz um discurso profundo…

En la hora en que la televisión brasilera…Distrae a todos con su novela…Es que Zé pone la boca en el mundo…Y hace un discurso profundo

Pues bien, he aquí entonces el sentido que proviene de esta expresión: “ponher a boca no mundo”, y que vuelve a relacionar la producción de discurso con aquello que del cuerpo se dispone y hace su soporte, al permitir pasar un decir: Sócrates y sus compañeros del Simposio o Banquete, Lacan y sus lectores, O “Zé” y sus seguidores de la Favela, y este grupo de autores con los lectores a los que invitan.

Algo más que gustaría agregar, es otra frase que se desprende de aquí sabrosa; aquella que refiere a que ese discurso se produce en el tiempo en que la televisión distrae a la gente con su novela. Sin desmerecer este género en absoluto, me evoca decir que allí cuando tan frecuentemente ocurre que la producción de comunicación masiva, presenta discursos simplificados o impensados sobre lo que sostiene el dispositivo por el cual alguien demanda alivio para su sufrimiento y sus efectos, estos autores no se distraen frente a la cuestión y con valor se disponen a exponer su modo de pensar, su experiencia y su subjetividad comprometida.

Este es un texto que trasunta en ética y compromiso y esto sin duda emana de la lectura en su conjunto. Pero aún más, en la singularidad, cada uno de ellos deja resonancias, palabras que impregnan el cuerpo, provocando movimiento al pensamiento. Les contaré de aquí en más, algunas de estos enlaces, que no procuran consolidarse en una narrativa descriptiva del texto, pues prefiero que transiten, desde mi hacia Uds., como el relato de los viajes de los barcos que cuentan las estelas.

Comienzo por el recorrido efectuado por Paola Behetti, quien inteligentemente nos adentra en el campo que relaciona el modo del tratamiento de un texto con el modo de practicar el análisis; nos vemos paulatinamente llevados a profundizar en las condiciones de producción textuales que signan diferentes posiciones subjetivas en la diversidad de lecturas y por ende, marcan las consecuencias de nuestras elecciones. Su lectura me trasmitió aquello que refiere a los efectos de una narrativa que lejos de ubicar al lector en el esfuerzo por encontrar un sentido completo, acabado o inserto a priori, más bien procura antes que nada, abrirse a la multiplicidad de su significancia, en el sentido del análisis textual de R. Barthes (1975), es decir, un análisis que llega a concebir, a imaginar y a vivir lo plural del texto[3]. Creo que ella ejemplifica magníficamente la estética de una polifonía en la construcción discursiva. Asimismo, acentúa claramente el problema de la transcripción y su relación a la producción de “teoría”, definiendo las condiciones subjetivas implícitas en este movimiento, rescatando ante todo la importancia de la desilusión de completamiento, es decir, configurando una episteme de borde, o un saber que produce falta. Su propuesta para pensar la función de la traducción en este movimiento, me retrotrajo a aquella que Santiago Kovadloff(2004) nos acerca en su libro Una biografía de la lluvia y otros ensayos sobre lo difuso[4]: “Quien sabe abrirse a los secretos de la lengua que traduce, capta y comulga tanto con el sentido de lo dicho como con la cadencia del enunciado escrito y es esa respiración hábilmente preservada la que vuelve inconfundible una versión exitosa. Se deja en cambio de escucharla al optar por el camino de la literalidad, vía que se revela muerta cuando lo que se busca es el acceso a los acentos personales de la voz de quien escribe. El mejor acatamiento al texto a traducir, demanda aptitud para el desvío. Y agrego, que nosotros bien sabemos que ese gusto por los desvíos de la lengua, no es sino el sendero por el que transitamos como locos y poetas, cuando una transferencia amorosa se instala.

Y siguiendo por los surcos propuestos, nos adentramos en la escena de Eros a través de las imágenes que nos proporciona Ana María Fernández, en el que el saber a propósito de ángeles y dáimones y su función en la relación del pasaje del significante al mito, entreteje diversas dimensiones a propósito de la estructura del amor. Digo imágenes y escena, porque para mí se desprenden de su texto, una conjugación de ámbitos por los que el lector no puede pasar inadvertido. Desde la vastedad y fineza con que nos trasmite su caudal de conocimiento a propósito de las diversas figuras mitológicas en el contexto histórico del desarrollo cultural, al lugar al que nos vemos llevados a poner en juego en cada uno de nosotros el misterio que representa “prestar oídos a un mensaje” que nos es radicalmente enigmático y del que el mito pretende dar cuenta. En este sentido, me recordó lo que José Miguel Marinas refiere en su libro “La ciudad y la esfinge”[5], resaltando a propósito de las construcciones que nos damos para decir lo indecible, que los mitos “son el teatro de nuestra más íntima tragedia”. Y así, poco a poco, ella nos conduce al nudo en el que la transferencia, por vía del amor, deviene el lugar mismo que despliega los mensajes en el encuentro analítico. Y en un recorrido lúcido por los textos en los que Lacan hace referencia a ello, nos vamos viendo metidos de lleno en ese entramado. Toda una “estética de la recepción”[6], como nombró Gadamer(1960) a su hermenéutica, en tanto su producción, incluye la subjetividad misma del lector al que aloja, y de este modo, deja que la palabra escrita, hable de nuevo.

Y así pasamos al trabajo de Mauro Marchese. En este agudo recorrido por la temática de la Transferencia, -en el que repiensa las elaboraciones freudianas y particularmente las que Lacan formula en su Seminario-, discurren formas y contenidos que diagraman una estética de fuerzas, señalando la inminencia de un proceso verdaderamente creativo. La nominación otorgada a los diferentes capítulos, la elección de autores provenientes de distintos ámbitos de la cultura (Psicoanálisis, Filosofía, Literatura, Cine, Música y Poesía), el relato de escenas vividas que denotan su subjetividad plenamente jugada en la escritura, producen un efecto de involucramiento in crescendo, que sacuden al lector. No se trata de una escritura de lo que ya se sabe, sino producción de saber que se renueva, pues no se responde a un tema discernido de antemano, cuando de veras se escribe. Me evoca en este sentido, la obra abierta de U. Eco, constituyendo una invitación, un texto vivo, tanto como el Psicoanálisis que él mismo señala le interesa, es algo vivo y abierto.

Siguiendo el trayecto entonces, por el que hemos venido con un rumbo de tensión envolvente, de golpe, nos vemos sumergidos en el corazón mismo, el nudo mismo de la trama que constituye nuestra subjetividad y sobre la que se asienta la invención psicoanalítica. Si de la posición de notas y silencios que conforman una melodía se tratara, diría que el trabajo de Alba Fernández se introduce al igual que un acorde fuerte y sostenido que vibra sin tregua, al colocar al sujeto expectante, de cara a una pregunta ética que ya no podrá eludir. El texto Shakespeariano tratado con cuidado, de cuyos diálogos extrae finamente palabras, sentencias e invocaciones; renace con fuerza bajo su letra, recordándonos las consecuencias de la tragedia que constituye el asesinato lento de la propia subjetividad bajo las fauces del goce que clama. Varios son los riesgos sobre los que esta lectura nos advierte: vinculados a la Transferencia, la puesta en acto de una ética necesaria que sostiene un psicoanálisis como posible; referidos a nuestra humanidad mas candente, la inexorable sentencia que pulsa amenazándonos con dejarnos fuera del tiempo, en la pura presencia, en la locura de permanecer en el instante eterno desde donde no hay retorno. En la escritura de A. Fernández, esto se encuentra enunciado con sutilidad y tensión apasionada, y al mismo tiempo, ella coloca, a través de las palabras de Borges que elige, la referencia al Macbeth personaje que en algún tiempo sabe habitarnos, denunciando la herida que nos marca y las posibilidades que nos damos para transitarla.

Y en un giro, un pasaje que cambia nuestras geografías y contextos históricos y culturales, nuestras cercanías y nuestras distancias, pero que mantiene el sesgo de la interrogación que nos ocupa, Adrián Villalba nos propone, a través de una escritura viva y encarnada, las condiciones que relacionan Transferencia y duelo, amor, silencio y palabra. Las referencias a la poesía se conjugan en forma y contenido, una escritura poética que narra la poesía del dolor y de la vida por las que los poetas, escriben poesía. Éste no es un retruécano, es, según pienso, y tal como Villalba lo transmite, “una forma de hacer con el silencio que concierne a la humanidad toda”. Es imposible no sentirse conmovido ante los retornos de este Liber Falco, Mario Benedetti, Mario Arregui, Arturo Sergio Visca, y otros poetas de un Uruguay cercano (Tiempo y Tiempo fue mi primer libro de poesía, un regalo precisamente de mi amor adolescente). Pero además, es imposible no acompañar los cuestionamientos que orientan a pensar la función de la escritura en el duelo, el vínculo transferencial esta vez entr6VIamado en los lazos de amistad y las figuras del amor, en un recorrido que no es sin resto, y que por ello trae como efecto, la posibilidad de una escritura en los límites de lo indecible.

Y para terminar, Danielle Arnoux, en un interesante trabajo de lectura acerca de lo expuesto por Lacan en su Seminario “La Transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas”, -y sobre el que muestra haber profundizado particularmente-; ubica claramente la relación del amor al saber, y de allí, al lugar del deseo, lugar para nada ajeno, entiendo que ella insiste en este punto-, al propio Lacan y sus circunstancias.

Y es así que llegamos al final del recorrido, un final que es comienzo. Esta lectura, hace pasaje. Promueve deseo…de leer y volver a leer el Seminario de la Transferencia, sin lugar a dudas; y también, porque no, volver al Banquete de Platón mezclándose en alguno de esos apetitosos diálogos, dejarse envolver por la fuerza del escenario de la mitología, meterse bajo la piel de Macbeth e imaginarse la posibilidad de un otro destino, compartir con alguien querido el calor de una noche de cine Buñuelísimo, o preguntarle a Falco, preguntas de todos los tiempos.

Una palabra viva entonces, un libro escrito con pasión.

Muchas gracias


[1] Autores: Arnoux, D.; Behetti, Paola; Fernández, A; Fernández, A.M; Marchese Mauro; Villalba, A.

[2]Canción compuesta por la apasionanda y comprometida Leçi Brandáo en 1981, que constituyó un verdadero himno de la resistencia a la dictadura militar brasileña.

[3]Gómez Robledo, Xavier, en “El análisis textula de Roland Barthes”, suenta que Su discípulo en otro tiempo, y ahora colega y amigo, Tzvetan Todorov, en su reciente visita a México dijo de él estas palabras:"Lo que considero más importante de Roland Barthes no es el contenido de sus enunciados, sino los efectos que produce al enunciarlos. Creo que Barthes es como los escribanos de la plaza de Santa Domingo de México, en el sentido de que presta su voz para discursos diferentes y por eso irrita y disgusta mucho a sus discípulos y seguidores; le gusta mucho contradecirse pero de hecho no hay contradicción, porque lo que cuenta para él es nada más prestar su voz pero no identificarse con lo que dice”. Recuperado de Internet, http://www.anuies.mx/servicios/p_anuies/publicaciones/revsup/res043/txt7.htm

[4] Kovadloff, Santiago. Tomado de; “La emoción de Traducir”, en“Una biografía sobre la lluvia y otros ensayos difusos”, pp 141, Emecé Editores, Bs As 2004

[5] Marinas, José Miguel, “La ciudad y la esfinge. Contexto ético del psicoanálisis”, pp 21 Editorial Síntesis, Madrid, 2004

[6] En “Verdad y Método”, de Hans Georg Gadamer, Editorial Sígueme, Madrid, 1993

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